Primero se fue Pete Buttigieg. Amy Klobuchar también acaba de salir de la contienda por la nominación a la carrera presidencial. Mis respetos para ambos. Creo que hicieron una buena campaña y que de haber llegado a la Presidencia hubieran hecho un buen trabajo.

La razón por la que no la apoyé (ni a ella ni a los otros) es, porque al igual que Pete, al igual que el ex VP Biden (todos personas de extraordinario valor) ellos son pro-establishment, no anti-establishment, y estas elecciones serán ante todo entre el ESTABLISHMENT y el ANTI-ESTABLISHMENT. Los elementos que favorecen las mejoras incrementales cosméticas dentro del Partido Demócrata tratarán de reunificar a los votantes alrededor de Biden o quizás de un Bloomberg con muchos millones si aquel queda en el camino para impedir el estremecedor avance de Bernie Sanders… Y, al final, votaremos unidos por el que vaya contra Trump, pero hasta ese día seguiremos predicando y luchando por lo que de verdad queremos.

El pueblo estadounidense está cansado de mejoras «INCREMENTALES«, de que cuando decimos que necesitamos un salario digno, pues nos pagan no el que de verdad es «digno» sino unas moneditas más para callarnos la boca; de que cuando exigimos Salud Universal Para Todos, pues le ponen un cortapisas por aquí y otro por allá, nos mejoran un poquito, pero seguimos muy por detrás de todos los países desarrollados; de que cuando hablamos del Medio Ambiente y de que el Planeta se muere, tomamos 2 o 3 medidas «tranquilizantes«, las que al final las corporaciones encuentran siempre la manera de burlar y el Planeta sigue agonizando a pasos acelerados, y que cuando protestamos contra el estrangulamiento del Gobierno y la Democracia por Wall Street, la Big Pharma y las Mega Corporaciones pues no hacemos casi nada y nos damos el lujo de mantener algo tan aberrante como «Citizens United» o de borrar de nuestra memoria colectiva algo como los infames «Panama Papers» que hoy nadie quiere recordar.

Es hora de DEFINICIONES, no de paños tibios. El muy cantado «Cambio» de uno de los mejores Presidentes de la historia estadounidense, por el que tanto gritamos «SÍ SE PUEDE«, pues se quedó en eso, en algo mejorado, pero «más de lo mismo«, en coloretes y afeites que exacerbaron tanto la frustración de la gente, que nos trajo a Donal Trump a la Casa Blanca, al cual nunca podremos agradecer suficiente por haber revelado hasta el fondo la podredumbre del sistema, la horripilante «cangrena» que exige amputar miembros. Por eso hoy no se habla de «Cambio» sino de «Revolución«. Sí, de esa «mala palabra» que hasta hace un tiempo pocos se atrevían a utilizar y que es el único remedio en un mundo donde tenemos suficiente abundancia para distribuir entre todos, pero jamás bastante para satisfacer la insaciable avaricia de los que tienen más.

A los cubanos y a muchos latinoamericanos no les agrada el término, pues lo asocian con fallidos, manipulados y fracasados episodios de su historia pasada o reciente, pero el término está calando en la juventud estadounidense, en la mayoría de los trabajadores cada día más aplastados por el gran capital y en buena parte de la clase media cada vez más en peligro inminente de desaparición. No se trata de la Revolución socialista o comunista que una vez proclamó el marximo-leninismo, se trata de una REVOLUCIÓN DIFERENTE, destinada a restaurar la verdadera sociedad capitalista de oportunidades para todos, la del estado de derecho, la del capitalismo moral y mejor distribuido que ya se experimenta y se expande en otras sociedades tan capitalistas como la nuestra, pero mucho menos abusivas y desiguales.

Es hora de atacar el cáncer de raíz y no seguir usando aspirinas o analgésicos para curar viejos males. El Movimiento por los Derechos Civiles no se luchó para que las personas de color fueran «más o menos iguales«, o para que los negros, mestizos y la mayoría de los latinos fueran a unas escuelas sí y a otras no, o para que pudieran sentarse en unos autobuses sí y en otros no. Se luchó para que todos fuéramos iguales ante la ley y ante las oportunidades, como lo somos ante los ojos de los Dioses en que creemos, o no creemos. Y jamás se hubiera ganado con «paños tibios«, con «medias verdades» o «demandas a medias«. En todo proceso de transformación social hay etapas y, por supuesto, también hay compromisos, pero NO PUEDEN SER los compromisos los que tracen las pautas, sino las transformaciones reales, verdaderas.

Si Estados Unidos dió una vez el ejemplo al mundo al instaurar la Constitución más avanzada y progresista de la época, con una división de poderes e instituciones democráticas dignas de ser presumidas y admiradas, hoy tiene la gran oportunidad de poder dar el necesario ejemplo de iniciar la construcción del capitalismo moral, ese que promueve el libre mercado y la maximización de las ganancias, siempre que no se afecte el único Planeta que tenemos para vivir, y que esas riquezas y ganancias no se sigan concentrando en el 1% cada vez más rico y haya un 90% que somos cada vez más y más pobres.

No faltarán escollos, enormes dificultades y hasta retrocesos temporales en algunas cosas. No faltará quien, con muchas luces o ninguna, intente desanimarnos, tildarnos de soñadores, locos y radicales, de comunistas y demonios, y quién sabe de qué más. No faltará quien aproveche el menor de los muchos errores que seguramente se cometerán para convertir en océanos los vasos de agua…, pero mientras más haya de todo eso, más tendremos que abrir los ojos, apretar el cinturón y marchar unidos. Y más nos estará reafirmando la dura realidad que nos rodea que el MOMENTO ES AHORA. No mañana, no dentro de 4 u 8 años, no cuando los indecisos y los «moderados» se decidan a dar un paso más a uno de los costados. No cuando estén creadas las condiciones «ideales» porque eso nunca será. El MOMENTO ES AHORA.

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